Ha llegado el verano. Y con él los turistas, las colas, las nenas en bikini de medio palmo de tela, el Georgie Dan y las giras de conciertos de lo más variopintas. Las gentes huyen en una alocada carrera por ser el último en la playa y exponerse a las más que dañinas radiaciones ultra violetas del Sr Lorenzo todo lo cual incide negativamente sobre el estado de humor del personal al volante lo que provoca inumerables coincidencias espacio temporales de vehiculos con la consiguiente factura del taller.
Otros huyen de esto haciendo turismo cultural, cambiando los atascos en la playa por los atascos en el castillo del Conde de turno. Algunos se aventuran al turismo rural para luchar contra la Legión Mosca que durante la época estival reavivan sus esfuerzos por dejarnos la piel llena de picotazos. También los hay que luchan contra la alergia (que actúa igual que las moscas pero insensible al ZZ).
Extraños seres procedentes del mundo exterior vienen a catar nuestra gastronomía (y algo más si les dejan) y, todos anchos comentan: Galicia es fantastica, hemos comido mejillones para 4 y dos botellas de albariño por 40 Euros (una ganga!) Pero... serás pringado! ¿No ves que eso no cuesta ni diez? ¿Que si vienes en Octubre te inflas a gambas, centollos y vino de 7 clases por poco más?
Mientras tanto, otros, que no tienen vacaciones, se dedican a mirar para el ejército de extraños seres amantes del atasco y el griterío y se preguntan ¿Por qué no se quedan en casa?