07:30 de la mañana, suena el despertador. Coges la mochila con las piedras y bajas a la calle. Los demás te esperan tras la barrera de contenedores quemados. Te encaminas hacia la Plaza América con la compañia de otros 200. Allí nos dedicamos a poner petardos a los conos de las obras y mirar para el cielo como jilipollas mientras los conos suben y caen. En ese momento los comisarios del partido con sus megáfonos nos dictan las órdenes del día. Hoy toca arrasar con todo el mobiliario urbano entre donde estamos y el centro. 3 kilómetros de barbarie y agresiones a todo cuando ser viviente se cruza por delante. Al llegar al centro armamos una barricada con ruedas y más conos a volar. Y así transcurren 10 días de huelga en esta ciudad, nosotros, los defensores del trabajador, más parecidos cada día a Atila, pero en salvaje, nos estamos ganando a pulso que nuestra causa sea más bien impopular y, que lo único que nos salva de que los 400 antidisturbios que hay en la ciudad nos partan los dientes es que hay elecciones, por lo que, de momento, todavía podemos forzar la máquina un poco más e invadir el edificio de la Xunta. Veremos si mañana nuestros líderes acerebrales encuentran una salida a esta movida porque la verdad, tenemos miedo de que la empresa, con esto de que nadie curra, nos eche a todos a la puta calle.